Nos lo podríamos tomar así, como algo que nunca habíamos vivido. Llegar a una final y perderla es doloroso, y aún más cuando el equipo demostró que podría haber vencido.
Perdimos, sí, por 7 – 5. La Vecchia jugará la fase final de la competición. Ha sido el justo vencedor y le deseamos la mayor de las suertes para su nueva andadura en interdistrito.
Y no importa ya que jugáramos mejor o peor. En una final sólo importa el resultado; no valen excusas.
Llegó el Gran Día y fallamos en lo que no solemos fallar. Después de cuatro mano-a-mano errados, y un disparo al poste en los últimos minutos… se puede decir que no anduvimos finos de cara a portería. Todo el equipo lo hizo bien, pero los errores puntuales le dieron demasiada confianza al rival.
Creo que, en conjunto, firmamos un buen partido. Como ya he dicho, algo fallones; pero también hay que reconocer la facilidad con la que nuestros delanteros llegaban al área rival.
Y no pasa nada. Se perdió, pero ¿alguien pensaba sinceramente a principio de temporada que llegaríamos a la final del Distrito Casco Antiguo?
A pesar de todo, ha sido doloroso. ¿Consuelo? Que hay que llegar a una final para poder perderla. Después de quedar por encima de otros 27 equipos que también luchaban por estar ahí, podemos estar orgullosos.
Y ahora que nuestro curso en la competición ha acabado, querría aprovechar para agradecer:
A Jaime, por su esfuerzo y sus ganas de demostrar lo que vale.
A Cróket, por tantos partidos salvados y por tener siempre una palabra de apoyo para el compañero.
A Dani, por su entrega a los demás sin esperar nada a cambio.
A Juanan, por dar siempre el pase preciso, luchar y querer hacer un Bda’s más grande.
A Emilio, por tantísimo trabajo, por dejar exhaustos a los delanteros rivales.
A Nacho, por sus goles, picardía y convicción en su trabajo.
A Simo, por su intratabilidad en defensa, por hacer el papel que sólo él puede hacer.
A Luis, por querer ayudar y dar en todo momento el máximo.
A Álvaro, por su compañerismo y por aportar tanto deportiva como humanamente.
A David, por comprender cada situación y no rendirse nunca.
A Alberto, por creer en el Club, apostar por él y sacrificarse en su nombre.
A Rafita, por su seguimiento incondicional al equipo que le crió.
A Fernan, por su incansable trabajo desde fuera del campo.
A todos, por haberme hecho vivir la mejor temporada de nuestra historia, por haberme hecho vibrar con cada partido, por llenarme de emoción al ver en qué se ha convertido nuestro equipo.
A todos, GRACIAS.
Y pido perdón, por los posibles errores o las posibles injusticias que haya podido cometer a la hora de liderar al equipo. Espero haber triunfado en mi tarea de otorgar cohesión al grupo cuando las cosas no marchaban bien y sacar el máximo de cada uno cuando llegaban los momentos decisivos.
No queda más que mirar con ilusión al futuro, creer en nuestro trabajo e intentar mantener el “espíritu de equipo” que, ahora sí, nos ha hecho fuertes.